Se sabe que en general, en las culturas latinas y judeocristinas, la equivocación no está bien vista. La fuerza no procede de las capacidades físicas sino de una voluntad invencible
Parece que cuando alguien comete un error, se interpreta como que ha hecho algo malo, como que ha cometido alguna clase de “pecado” del que tiene que avergonzarse y por lo tanto, tiene que pagar un alto precio por ello.
El mismo Eric Schmidt CEO de Google respondía en una reciente entrevista a la pregunta de si Europa podría desarrollar un Silicon Valley y que se necesitaba para ello, con la siguiente respuesta: Tres cosas. Las universidades punteras y las sociedades de inversión ya las tienen, pero a los europeos les cuesta mucho la tercera: permitir el fracaso. Si no fallas, no aprendes.
Dentro del mundo de la psicología positiva y del coaching se ha llegado incluso a cambiar la palabra fracaso por “feedback” para quitarle el sentido peyorativo. La idea que subyace es que cuando algo sale mal, no has fracasado por ello, sólo has obtenido un “feedback” o aprendizaje que te obliga a hacer las cosas de otra manera si quieres que te salgan mejor la siguiente vez.
La idea en sí misma me parece buena, pero me tomo con cautela los eufemismos, lo políticamente correcto, pues a veces, el no llamar a las cosas por su nombre puede ayudar, pero también puede hacer que limitemos el impacto que tienen sobre nosotros y por tanto el aprendizaje que podemos extraer de ellas.
Porque lo verdaderamente importante para alcanzar nuestras metas no es tratar de no equivocarnos, sino perseverar. Es cuando haces las cosas una y otra vez, cuando continuas aunque los resultados no sean del todo buenos, cuando insistes ilusionado en tus proyectos, vitales y profesionales,es entonces cuando las cosas llegan.
Porque además, una de las virtudes que tiene perseverar es que adquieres práctica (tal vez logres las famosas 10.000 horas de práctica) y con ello, el aprendizaje cada vez está más interiorizado y los errores son “más finos”. La mayoría de las veces son pequeños ajustes que nos ayudan a mejorar aquello que estamos haciendo, nos permiten poder fluir más en cada situación y por tanto estar más conectados con nosotros mismos y a la vez con la tarea.
Y sería un poco iluso pensar que en esos aprendizajes nunca meteremos la pata. Demos pues la bienvenida al error como ese maestro, que aunque al principio nos parece un poco duro con los años lo recordamos con enorme cariño, ya que gracias a él logramos romper muchos límites y superarnos a nosotros mismos.
Gandhi: La fuerza no procede de las capacidades físicas. Procede de una voluntad invencible.